martes, 20 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!

En el Mundo de Nena hemos cortado el turrón de chocolate en trocitos pequeños y servido vino blanco en vasos de cristal. Sujetamos con fuerza las panderetas y zambombas preparados para cantar villancicos con menos letras, debido a la crisis. Y tenemos los brazos abiertos para acariciar un año más, cuando suene la última campanada.
Feliz Navidad a tí, que paseas por aquí todos los días, a tí que te asomas pero no dejas tu huella, y a tí que sonríes, cómplice.
El Mundo de Nena descansa, hasta el quince de enero, para poder encontrar todas las bolas de colores que esconden los relatos y poesías que componen este pequeño planeta, y así adornar, poco a poco, el árbol de esta Navidad.
¡Gracias a todos y felices fiestas!

sábado, 17 de diciembre de 2011

ENTRE AS NUBES

Os reis magos
regálanche desexos
en caixas de cores

as nubes, a lúa
agasallo branco
da túa miúda ilusión

o sol, as estrelas
caricias loiras
no teu sonriso

e un neno alado
que vela os teus sonos
meu fillo





a caixa grande
pai
os reis magos
esquecérona

non a atoparon
nos agasallos de cores
a caixa grande
na que durme

a miña nai

entre as nubes

miércoles, 14 de diciembre de 2011

FALSOS MODALES

No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante. Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café. O viene y va, porque no importa el orden en el movimiento de su cadera. Lo único que le digo, es que le sobra Doña y un cuarto de pandero. Y dicen que la bautizaron Rosa por el color de sus mejillas, que ya de aquella apuntaba maneras la cría. Mire qué descarada, cómo se acerca al Señor Anselmo, viudo desde hace veinte años, y tan decente. Que no ha mirado mujer desde que falleció su esposa, en paz descanse. Esa mujer debería de tratar con jóvenes de manos ásperas y olor a jabón de lagarto. ¿Se despide, Don Anselmo? Encantada de verle otra vez por aquí. Desde luego, saludos a sus hijos también. Sí, conozco a la señora Rosa. Disfruten del paseo. Abríguese usted el escote que los aires del otoño dicen que no traen nada bueno.
Lo que le decía. La honestidad y la educación, estoy harta de decirlo, es lo único importante.

martes, 13 de diciembre de 2011

CALEIDOSCOPIO

El retrato de aquella mujer me hipnotizaba con su mirada negra, que jugaba bajo el ala de su sombrero de Señora sin título. Mientras, detrás de mí, un hombre de edad avanzada, peinado con un flequillo redondo que envolvía su frente, dibujaba, con trazos rápidos, el esbozo del retrato de la mujer del sombrero. Como un loro a un pirata, sobre el hombro del caballero asomaba la cara curiosa de una estudiante adolescente que masticaba chicle de color rosa. Una luz instantánea de una cámara de fotos, detrás de la joven, hizo que nos girásemos a tiempo para sonreír, todos, excepto la señora del sombrero.

lunes, 12 de diciembre de 2011

FOTOGRAMA

Miradas secretas
en paseos vacíos
rojos
iluminados por la soledad
de una fotografía
que no ha respirado
miradas
secretos detrás de ayer
revelados, desvelados
secretos velados por la mirada obtusa
de tu impertinencia
roja
sobre la que camina
el disparo malabarista
y la distancia
desde la que mortalicé
tu sombra
roja
que abandoné herida, suicida
en una instantánea más

PECERA

Vomito deseos que flotan en la superficie
de una marejada de recuerdos
que derraman mi pecera
en la frontera entre tu aire
y el silencio

dibujo sombras en la profundidad
de mi soledad en círculos
que apaciguo sumergida
entre peces de colores

y vivo en el interior
de esta burbuja
no para siempre
solo algo de ese siempre
como si fuese renacuajo de ideas
y de futuro
y de aliento
que inunda mis pulmones
aliviando el aire que ahora
no es


aire.

viernes, 2 de diciembre de 2011

MI CRONORRELATO

Dibujo garabatos con el bolígrafo para entrenar mi mano y la tinta. Mientras, el jurado apunta en alto con la pistola que señalará el inicio de la prueba, que comenzará con la frase:“tiene una cucharilla verde”.En la carrera de las letras participan este año mil microescritores. Ganará el primer premio el escritor que narre en doce palabras la dramática historia de unos amantes homosexuales judíos separados durante la segunda guerra mundial. Suena el disparo. Introduzco la cucharilla en la boca de uno de los amantes jugándome la vida entre las balas. Lanzo una granada que lo alcanza desfigurándole la cara. Diez años después, su amado le reconocerá, debido a la cucharilla verde que aún sujetará entre sus labios.
El público aplaude entusiasmado. He ganado la carrera. Con el trofeo entre mis manos, mientras disfruto de la ovación, paseo sobre el resto del folio blanco que no escribí, en el que reside mi cronorrelato.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

TIEMBLA MI MEMORIA

Por fin quietas. Mis piernas habían temblado toda la tarde. Pasé las horas en el tocador de mi habitación, mientras repasaba con un lápiz negro mis cejas, pintaba los labios de rojo carmín y bebía un vaso de leche caliente. Los trazos de la pintura habían rebasado todos los límites que marcaban la frontera de mis arrugas y sin saberlo había dibujado una ceja en la nariz, coloreado mi barbilla y había usado el vaso de lapicero. Mis manos seguían temblando. En compañía de mi enfermedad, solo nos teníamos la una a la otra. Aunque ya no recuerdo su nombre.

viernes, 11 de noviembre de 2011

EL CÍRCULO

Y nada más existió hasta el último tren. Y nada existiría después de éste. Porque solo pasaba uno cada día. Los mismos pasajeros subían y bajaban, veinticuatro horas después, como si hubieran viajado en círculos. Cuando regresaban, pisaban el andén despeinados. Caminaban con cierta inclinación centrípeta y confundían las maletas y los hijos. En alguna ocasión algún viajero descendió del tren vestido con ropa de mujer. Yo solo hacía sonar mi silbato una vez al día, mientras sujetaba el gorro de jefe de estación con fuerza, para que el viento no lo arrastrase hacia la curva infinita de aquella vía.

jueves, 10 de noviembre de 2011

IMAGINO

Voy a imaginar que no eres,
por ejemplo, que ya no eres,
dentro y fuera de mi.

Voy a imaginar que el sol ha robado tu sombra,
y tu reflejo,
cuando éramos dos.

Voy a imaginar que te sopló el viento,
o te borró la lluvia,
o que te escribí tan suave.

Voy a imaginar que no me quieres,
infinito de nadas que vacían mi lugar
en el que dormiste una vez.

Voy a imaginar que tu voz no existe,
ni mi nombre en tus letras,
qué bonito mi nombre en tus letras.

Voy a imaginar que no tienes piel para acariciar
las heridas de tus disparos,
y las heridas de los besos.

Voy a imaginar que no vivo en tu abrazo,
demasiado grande
o demasiado pequeño

Voy a imaginar que no sufres,
y que te ríes de otro color,
y caminas de puntillas, y ya no eres.

Voy a imaginar que no me puedes ver
cuando bailo delante de ti. No me ves,
cuando vuelo encima de ti
como si fuese nube y tú, árbol.

Voy a imaginar que no me sueñas
y que no te sueño,
porque podríamos encontrarnos yo en ti y tú en mí,
sin haberlo soñado.

Voy a imaginar que no te imagino.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

DIEZ MINUTOS

Por fin estamos solos. No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que hablamos. ¿Doce años? ¿Trece? No te voy a reprochar nada. Todo lo que has hecho mal, ya lo sabes. Tampoco te voy a recordar como el padre que no atendía a mis gritos, que te buscaban.. ¿Recuerdas cuando me enseñaste a montar en bicicleta? Me decías que pedalease con fuerza, que tú estabas detrás, justo detrás de mí, muy cerca de mí… Pero no era verdad. Yo estaba pedaleando solo, y permitiste que bajase aquella cuesta… y las gafas… mi cara…. Aún tengo aquella cicatriz en el ojo. Al final solo me quedan cicatrices de ti. Me he sentido culpable desde que te fuiste. A los doce años es muy pronto para perder a un padre. Es demasiado pronto para sentir. Porque aún no sé lo que hice mal para que nos abandonases. A lo mejor no pedaleé con la fuerza suficiente para que te quedases con nosotros ,y por eso sentí que me caía otra vez, y que en realidad nunca habías estado detrás, justo detrás de mí. ¿Recuerdas nuestra seña secreta? Cuando mamá me castigaba tú hacías un guiño y así el castigo era más llevadero porque sabía que estabas de mi parte. Cuando llegué borracho a casa miré tus ojos pero no encontré la señal. Los miré durante tanto tiempo que al final vomité de soledad. Y ahora …qué quieres escuchar... ¿Que te perdono? ¿Qué ya no te odio? Entiendo el amor papá. Me voy a casar, ¿sabes? A lo mejor por eso puedo estar hoy aquí. Porque conozco el amor. Ella es como un medicamento sin efectos secundarios. Me cura todo lo bueno y todo lo malo. A su lado no existe el dolor. Ni siquiera tu dolor. Ojalá la pudieses conocer. Es mejor que tú, mucho mejor que tú. El doctor me ha dicho que durante diez minutos me podrás escuchar. Que de alguna manera podrás entender todo lo que te estoy diciendo. Solo diez minutos. Es lo único que me has dejado de tu tiempo. Y aquí estoy, papá, mientras intento susurrar los últimos doce años de mi vida, porque parece que si te lo cuento así, bajito, las palabras entrarán en tu cuerpo frío deslizándose hasta tu corazón. He vivido tanto tiempo sin ti, que me resulta imposible soportar el dolor de vivir el resto de mi vida de la misma manera. ¿Por qué no me dijiste que estabas enfermo papá? ¿Por qué no me confesaste que estabas solo y que aquella mujer te había abandonado..a ti también…? No me queda mucho tiempo… han pasado casi ocho minutos… Cuando entré en el hospital sabía todo lo que te iba a decir… quería que murieses de odio, que cada uno de los últimos segundos de tu vida se convirtiesen en una caída al vacío, porque sabía que no podrías hacer nada para evitar escuchar todo lo que había planeado en un discurso que ha durado más de doce años. Y ahora, ahora que estás aquí, muerto, inútil, desnudo… ahora es cuando te empiezo a querer otra vez. Tarde, papá, siempre tarde. ¿Qué hago con este amor ahora? ¿Qué hago con este peso de quererte tanto? Tendré que ser fuerte, ¿verdad? Porque lo voy a sujetar el resto de mi vida. No voy a permitir que se me caiga. Te quiero. Te quiero tanto que estoy sangrando por todas tus cicatrices. Y te querré siempre, aunque tu siempre se haya terminado. Verás por mis ojos. Seré tu latido. Y le contaré a tus nietos, papá, que una vez, me enseñaste a montar en bicicleta.

viernes, 4 de noviembre de 2011

RISA MORTAL

Ayer se murió mi suegra de un ataque de risa. Como no podíamos soportar ver su rostro, sus ojos abiertos como si hubiese fallecido de un susto, ni su mandíbula desencajada sobre una boca tan abierta que en ella cabrían todos los insultos que me profirió durante su vida, la enterramos boca abajo. Así, si algún día se despertase, pensé yo, la mujer excavaría en la dirección equivocada.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

LA CITA

Las ocho en punto. Las ocho y diez segundos. Las ocho y treinta segundos… Martín había consultado su reloj diez veces durante el último minuto. Había quedado con ella en la puerta del cine Capitol. Las ocho y cuarenta segundos. Aún no llegaba tarde. Martín entendía que tarde implicaba presentarse en la cita quince minutos más allá de la hora acordada..El hombre mordía un trozo de regaliz cada vez que consultaba la hora en el viejo reloj que había heredado de su padre.

Paseaba de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, la puerta del cine. Una, dos, tres, cuatro, cinco baldosas. Se giraba, y volvía sobre sus pasos: una, dos, tres, cuatro, cinco baldosas. Miraba la hora, masticaba regaliz, y contaba otra vez. Un poco después inventó una regla diferente: al pisar la baldosa número cinco, tenía que juntar los pies y girar de puntillas para recorrer, de nuevo, el mismo camino.

Las ocho y cinco minutos. En ese momento el hombre decidió que iría al baño. De esa manera parecería que era él el que llegaba tarde.
Martín entró por el acceso principal del cine y buscó el aseo de caballeros. De cuclillas, comprobó que no había nadie detrás de cada una de las puertas de los retretes. Metió una mano en su pantalón para colocar un testículo que se había deslizado fuera del calzoncillo con tanto paseo.

Se acercó al espejo hasta que la punta de su nariz sintió el frío del cristal, sonrió, y comprobó la salud de su dentadura: incisivos limpios, molares y premolares en perfecto estado. No había restos de regaliz. Hizo lo mismo con su aliento y colocó la mano sobre su boca. Le pareció aceptable.
Se dio cuenta entonces que su barbilla estaba presidida por un pequeño grano de pus, que rascó con las uñas hasta que lo hizo desaparecer, dejando las huellas de la batalla bajo un poco de saliva, que bien desinfecta, pensó.

Las ocho y doce minutos. Inclinó la cabeza hacia delante y se frotó el pelo con las manos para que las últimas partículas de caspa cayesen sobre el lavabo.
Frente al espejo, levantó una ceja mientas improvisaba un discurso en voz alta:
-Me tienes que perdonar. Un informe de última hora. Ya sabes, los puestos de responsabilidad sufren tantos imprevistos…¿te apetece comprar palomitas o entramos ya en la sala?

Martín salió del aseo a las ocho y cuarto. La calle estaba desierta. Era tarde. Quince minutos de retraso. Comenzó a llorar, inmóvil, mientras deseaba que su cuerpo se borrase como hacía la lluvia con la las letras escritas en la arena.

Entró en el cine y se dirigió a la taquilla.

-Una entrada para la sesión de las ocho y veinte, por favor.

domingo, 23 de octubre de 2011

TRIÁNGULO

-Has asesinado a mi familia. ¿Por qué querría vivir? Eres un cobarde, oculto tras el narrador, como si la historia no fuese contigo-reprochó el personaje al autor en la página ciento cincuenta de la novela.
-¡No permitiré que tomes decisiones!-contestó el autor en el mismo folio.
El personaje se suicidó un párrafo después, saltando al vacío de los capítulos sin escribir.
El narrador hizo las maletas en cuanto se enteró de la muerte del protagonista, y desapareció de la novela en la página ciento cincuenta y uno.
El autor había sido desterrado por su propia obra.

lunes, 17 de octubre de 2011

LA MÁS BONITA

― ¿Tienes fuego?― preguntó el espejo mágico al dragón mientras sujetaba un pitillo entre sus dedos en el interior del cristal.
Cuando la princesa vio su cara derretida en aquel reflejo quemado, bajó corriendo los trecientos pisos de la torre más alta del castillo para buscar un lago en el que contemplar con certeza que era la mujer más bella del reino.
En su desesperación fue atropellada por una calabaza gigante tirada por varios ratones del tamaño del dragón pirómano, y el alma de la princesa voló, hermosa, junto a decenas de perdices que no fueron comidas aquella noche.

domingo, 16 de octubre de 2011

LA ÚLTIMA HORA

Son las doce horas, un minuto, y quince segundos. Yo no la maté. Un hombre sin rostro sujeta mis brazos a la silla con dos correas de cuero. Ella se retorcía bajo mi cuerpo. Cierro los ojos eléctricos en una habitación sin color. No recuerdo su nombre. Había sugerido que el sexo duele. Que la pasión asesina con placer. Siento la primera descarga desde la cabeza mientras quema mis huesos, la piel muerta, hasta el último latido de mi corazón. Son las doce horas, un minuto y quince segundos. Es la hora de mi muerte.

sábado, 15 de octubre de 2011

GERANIOS DEL PARQUE

-Siendo las seis horas, del día trece de octubre, del año mil novecientos noventa y ocho, y estando presentes la mayoría de propietarios del inmueble, da comienzo la reunión de la comunidad de vecinos de la calle “Geranios del parque”, portal número siete.
El presidente de la comunidad era un hombre antiguo, de unos doscientos años. Vestía trajes de corte imperial, copiados del atuendo que grandes duques usaban en las fotografías que aparecían en las enciclopedias sobre la Historia de Madrid que él coleccionaba. Su vocabulario era tan antiguo como su pajarita, pero le divertía adornarlo con refranes coloquiales que anotaba en servilletas de papel, por orden alfabético.
-¡Que se cambie el nombre de la calle!
La señora Asunción medía metro y medio, estimado con joroba y en semicírculo, porque hacía mucho tiempo que no caminaba erguida. A pesar de esto, nadie conocía, hasta el momento, su silencio.
-Señora, eso ya se habló en la última reunión, y en la anterior, y en todas las reuniones a las que he asistido como presidente de esta comunidad en el último año. Y una vez al año no hace daño. El ayuntamiento no ha accedido a nuestra petición. Y punto en boca.
-¡Que se cambie el nombre de la calle y que me bajen la mirilla de la puerta de mi casa! No veo quién sale del ascensor. ¿Y si abro pensando que es el portero e intentan forzarme?-dijo la señora Asunción mientras dirigía su oratoria al suelo del portal.
-Ya le gustaría…-replicó sin fuerza la propietaria del cuarto A. Era una joven ingeniera que residía en el elegante inmueble desde hacía un par de meses. Solo se sabía de ella que no usaba el ascensor y que, calculado por el presidente de la comunidad, por cada dos palabras que ésta decía, cambiaba su larga melena rubia de hombro. De derecho a izquierdo, de izquierdo a derecho…
-¡Silencio! Un poco de orden por favor- exclamó el presidente de la comunidad con los brazos en alto, dejando entrever los volantes de los puños de su camisa-A ver, señora Asunción, la calle se va seguir llamando “Geranios del parque”, le guste a usted o no. Procedamos entonces, que en boca cerrada no entran moscas. Primer punto del orden del día: El olor de la pastelería. Queja presentada en tiempo y forma mediante una carta sin remitente.
-Vamos a ver-la joven cruzó los brazos bajo su escaso pecho-esta queja la he presentado yo porque así de ninguna manera puedo seguir mi dieta, con este olor a bollos de leche y pan recién horneado. He hablado con la pastelera de la tienda, sí, la de la esquina, y me ha dicho que si todos estamos de acuerdo, pues claro, que ella tendrá que hacer obras y cambiar la salida de humos de la cocina, pero que le parece ridículo. Eso dijo. A mí me hace la vida imposible. Me despierto por las mañanas con el estómago lleno de olor a azúcar. Mi dietista fue tajante: so-lo-pro-te-í-nas.
Después de cambiar su melena de lado una decena de veces, colocó las manos sobre las caderas.
-A mí me hace sonreír. Me gustan los pasteles
-A mí me hace sonreír. Me gustan los pasteles
En el tercero A residía un matrimonio octogenario que con el paso del tiempo se había mimetizado de tal manera que resultaba imposible distinguir al uno del otro. Medían lo mismo, vestían del mismo color, se cortaban el pelo cano de la misma manera, y hablaban con voz y eco sin saber quién había comenzado la frase y cuál de los dos la había repetido. La señora Asunción solía decir que uno se había quedado con el cerebro y el otro con la lengua.
-A ver, señores. Que los que duermen en el mismo colchón, se vuelven de la misma condición-dijo el presidente mientras sujetaba las gafas de cristales redondos con los dedos índice y pulgar de su mano derecha- Si a los vecinos del tercero A, a los que obviamente les llegan los olores de la calle antes que al propietario del cuarto piso, no les resulta molesto, tendremos que votar el asunto. Yo, como propietario del primero B, ni siento ni padezco, que para eso mis ventanas dan al patio de luces y no me entero de lo que sucede en la calle.
-¡Que se cambie el nombre de la pastelería!-gritó Asunción.
-Señora, no estamos tratando ese tema. La pastelería que se llame como considere la propietaria del negocio. No me haga perder la paciencia. Procedamos. Votos a favor de que la pastelera de la tienda de la esquina reforme la salida de humos de la cocina.
En ese momento alzaron su mano la señora Asunción y la joven ingeniera, que, con un movimiento perfecto de cabeza, cambió su melena de hombro.
-Yo voto en contra, y los propietarios del tercero A también. Así que hay empate.
-¡El portero ha levantado la mano!-exclamó la vieja
-Señora Asunción-explicó con voz sosegada el presidente-está limpiando los cristales del portal, y como comprenderá, al no ser propietario, no tiene voto. Como decía, hay empate en la votación.
-En contra
El cacareo de la reunión de vecinos enmudeció al escuchar la voz de un joven que subía las escaleras del viejo edificio de dos en dos. La elegancia de la fachada del inmueble se había prolongado hasta el traje que vestía, hecho a medida. Sus zapatos de color burdeos cegaron la vista de la Señora Asunción, que durante unos segundos, los primeros en toda su vida, no supo qué decir.
-Voto en contra.
Lo dijo mientras se peinaba un mechón rubio con los dedos de la mano abiertos.
-Adoro el dulce. Mi madre, cuando era pequeño, cocinaba las mejores tartas de manzana del mundo. Disculpen la intromisión. Soy Teo, el nuevo propietario del cuarto B. Espero no haber interrumpido la reunión.
La joven ingeniera, vecina del apuesto inquilino, resbaló su espalda por la pared hasta sentarse en el último escalón del portal.
-Me encanta el chocolate-dijo la mujer, hipnotizada-Las natillas. El cabello de ángel. Las torrijas recién hechas. El hojaldre relleno de nata. Y la tarta de manzana…¡qué puedo decir de la tarta de manzana! ¡es mi favorita!
-Podría invitarla en alguna ocasión entonces a la pastelería de la esquina-susurró el joven mientras mostraba una sonrisa tímida.
-¡En contra!- exclamó la joven poniéndose en pie de un salto.
-Se da por finalizada la reunión, siendo las siete horas del día trece de octubre, del año mil novecientos noventa y ocho, con la decisión mayoritaria de no solicitar las obras de reforma de la salida de humos de la pastelería de la esquina-exclamó el presidente de la comunidad mientras cerraba la carpeta que contenía la documentación del orden del día-Y arreando, que es gerundio.

sábado, 1 de octubre de 2011

DESEO

Un helado. Un helado de chocolate. Solo una bola. Sobre una galleta crujiente. El calor es insoportable esta mañana. Las aceras se derriten bajo mis pies. Camino despacio como si con cada paso mis sandalias se confundiesen con el hormigón. Como si el peso del verano agrietase el suelo gris. Imagino el sabor del chocolate líquido que acaricia la galleta. Usted no debe probar el azúcar, no debe oler el azúcar, el azúcar es una palabra que ha desaparecido de su vida. La doctora se expresa con la misma firmeza que un juez dicta su sentencia. Mi vida salada. Pero hace demasiado calor. Un helado con trocitos de chocolate entre mis dientes. Y después una sonrisa marrón. La diabetes que padece puede generar una posible ceguera, pérdidas de conocimiento, problemas cutáneos …el azúcar nunca ha existido en su vida, ¿lo ha comprendido? Lo he entendido con claridad doctora. No puedo respirar. Las gafas de sol resbalan sobre mi nariz. Soy la última en la cola de la heladería. Siento el sudor que recorre mi cuello. Gotas de agua se deslizan por mi escote para unirse con otras que acarician mi barriga y se transforman en ríos que desembocan en mis muslos salados. Miro hacia abajo. Estoy de pie sobre la parte de mi cuerpo líquida que abandona la materia que soy. Y que ya no soy. Me acerco al mostrador. Un hombre procedente de cualquier país oriental me sonríe. No puedo adivinar el color de sus ojos. Un helado. Quiero un helado de chocolate. Comienzo a dar brazadas para flotar en el mar que me rodea. Una bola sola por favor. Padezco de diabetes, ¿sabe? El hombre se pone de puntillas para coger una galleta del mostrador. Una ola de calor y sudor lo eleva hasta la máquina del helado. Le entrego un billete de cinco euros mojado. Salgo del establecimiento y una bocanada de aire me quema la ropa. Mientras mi lengua acaricia el cacao frío, un deseo prohibido se libera lentamente, como un gas mortífero.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

PÍLDORA MENGUANTE

La noche es una estrella en tu cucharilla inundada de luna. Y es tan redonda como ese ojo con el que me miras. Porque el otro lo has cerrado con la cremallera de tu dolor. Porque no hablas. Porque tu torbellino infante está herido de muerte. Trágate la luna de una sola vez. Así. Está bien. Te prometo que el sol te regalará mañana un mechón rubio para que te peines flequillo. No llores más, que esta noche el cielo es de color rosa, como tu pijama.

lunes, 5 de septiembre de 2011

AVALANCHA

Mueren los tejados y las chimeneas
se descuelgan los aviones y los satélites
del silencio sin gravedad
caen los globos sin colores
que huyen con lágrimas mudas
de niños que abren sus manos
se rompen las nubes enfermas de pájaros
y se desmaya la luna y la noche
que tiñe la avalancha de negro desesperanza.

miércoles, 31 de agosto de 2011

EL CANARIO DE LUCÍA


Lucía copiaba sus peinados de revistas viejas mientras su canario observaba desde una pajarera de barrotes blancos el arte capilar de su dueña. Cuando al fin se peinó un moño alto recogido con una rama de olivo, el pájaro abrió la puerta de la jaula y después de sobrevolar la cabeza de la mujer, anidó en el moño, adornando con sus plumas el peinado de Lucía.

lunes, 29 de agosto de 2011

PASOS


Nunca imaginé que la decisión más difícil de mi vida sería elegir el calzado que vistiese tus pies desnudos el día de tu funeral.

En cuanto me comunicaron tu muerte, conduje sin prisa hasta la casa que había sido tu única compañera durante los últimos diez años. Con el mismo sosiego, guardé los vestidos de cóctel y cenas de gala, y ordené en pequeñas cajas de cartón tus pañuelos de seda aún sin estrenar, porque no creo que supieses cuántos conservabas en el primer cajón de la mesita de noche.

Y ahora estoy aquí, sentada delante del baúl que preside tu cama, con las piernas cruzadas, como si aún tuviese edad de comer piruletas, sin saber qué par de zapatos escoger.

Siempre te ha gustado coleccionar calzado. Mientras mi nostalgia revisaba álbumes de fotos, he sumado hasta trescientos pares diferentes. No había nada que te detuviese ante unas sandalias de esparto para ir a la playa o unas bailarinas rojas adornadas con un minúsculo lazo sobre la sonrisa de los dedos de tus pies.

Y ahora ya no recuerdo si tus zapatos favoritos tenían mucho tacón o por el contrario, te gustaba imaginarlo. Porque ya no sé mamá si cenábamos las dos juntas en esas casas de lo que llamabas “gente muy adinerada“, o por el contrario eras tú la que bajabas de puntillas las escaleras para escapar con los pies desnudos a un cuento que ya no creo.

Tu muerte me ha dejado huérfana de sueños y recuerdos, y el dolor de la ausencia no cabe en este baúl de pequeños milagros.

Siempre me has enseñado que una mujer con una talla treinta y seis de calzado tiene que ser más valiente que una mujer que sujete su cuerpo con la única ayuda de sus pies. Y ahora solo puedo llorar escondida en el vacío de tu locura.

Hace un rato había decidido que no te podías despedir sin el sonido de tus tacones. Pero el tacto de la piel de esos zapatos me ha hecho vomitar otra vez sobre la alfombra de la habitación. Los sostuve unos segundos sobre la palma de mis manos y te oí gemir; y te olí por primera vez infiel, y mi cuerpo de niña no pudo comprender por qué arañabas otra piel, otro nombre diferente a padre. Y vomité tu nombre aquella noche tantas veces que aún me duelen tus tacones.

Encontré en el fondo del baúl las botas azules que usabas los días de tormenta. Y comenzó a llover en tu dormitorio mientras jugabas con los charcos. Y descubrí, asida de tu mano, pequeños renacuajos escondidos entre el musgo y el barro. Te reías como si pudiésemos volar por encima de las nubes negras y guardar en tus botas el recuerdo de las tardes de otoño.


Te has despedido demasiado pronto mamá. Te has ido descalza, con pisadas tan rápidas que no encuentro tus huellas en el barro.

La marea de tu vida ahogó mi niñez entre secretos y música de agua. Entre tacones y botas para la lluvia. Y ahora no puedo entender, no quiero comprender. ¿Quién eras mamá? ¿Eras la mujer de los labios de color rojo carmín o la mano que acariciaba mi pelo mientras dormía?

Recordé entonces tus zapatillas blancas. Las que usabas para caminar por casa porque decías que eran las zapatillas más cómodas del mundo.

Vacíe el baúl y decenas de pares de zapatos cubrieron el suelo de la habitación: botas de piel, calzado deportivo sin cordones, alpargatas de tela para ir a la playa, sandalias doradas para las ocasiones especiales…

En el fondo del mueble, esperándome, hallé tus zapatillas blancas, como tu piel ahora. Frías, como tu piel ahora. Porque estés donde estés mamá y vayas a donde vayas, quiero soñarte en pijama, en bata, abrazada a ti en el sofá, bajo una manta. Y siento que eres tú, con tu calzado de casa, y sueño que soy yo, mientras cuento los pasos, con mis pies desnudos, sobre tus zapatillas blancas.

domingo, 28 de agosto de 2011

SED

Escanció su nombre en un vaso vacío, pero algunas letras salpicaron el viento. Sin saberlo, había bebido a la mujer equivocada.

domingo, 21 de agosto de 2011

POESÍA SIN TI

La coordenada de los versos
esconde la balanza entre tú y nada
en una marea sin brújula
del norte que no soy y no eres

Y me pierdo entre las musas
que oculto con puntos suspensivos
en ideas secuestradas
por letras encadenadas a ti

Salto de la t de tu corazón
a la prisión del final versado
porque en la asonancia de mi escondite
la soledad rima el vacío de tu voz.

domingo, 14 de agosto de 2011

EL MUSICAL

La voz escondida del teatro anunciaba el comienzo del espectáculo cuando alcancé la puerta principal.

Algunas hojas barrían de las escaleras el otoño. Un hombre vestido con pantalón negro y chaqueta roja y con un bigote espeso en forma de sonrisa rasgó la invitación que había guardado en el fondo de mi bolso y que encontré después de bucear en su interior con mi mano ciega, como si se tratase de un laberinto sin salida: a la derecha de la cartera, dos pisos más abajo del móvil, y otra vez a la izquierda hasta el bolsillo pequeño.

El hombre sonrió con familiaridad. Su mirada me invitó a contar el número de arrugas que adornaban sus ojos, de la misma manera que lo había hecho tantas veces de niña con mi abuelo. “Veinte arrugas”. “¿Pero has contado las de los dos ojos?” “A ver, sonríe otra vez. Sí abuelito, son veinte.”

Consultó mi asiento en las letras de la invitación y después de encender una linterna tan pequeña como su dedo pulgar, me indicó que le siguiese en el interior de la sala.

Mi asiento se encontraba en la primera fila del patio de butacas, tan cerca del escenario que al parecer ningún otro asistente había optado por adquirir una localidad en una zona tan próxima al espectáculo.

En la oscuridad del silencio, abrí el programa de aquel musical. Constaba de cuatro actuaciones. Varios artistas iban a interpretar a lo largo de la noche piezas de diferentes estilos tituladas “Niña“, “Sola Navidad“, “El éxito” y “Mañana” .

Me acomodé en la butaca mientras arrastraba la espalda hasta el borde del asiento y apoyaba la cabeza en el sillón.

Una cigüeña que lucía una pajarita rosa asomó la cabeza en el medio del telón. Me miró, dio un salto hacia adelante, extendió sus alas inmensas a lo largo del escenario, y echó a volar hasta perderse en la oscuridad de la sala mientras el eco de los sonajeros invadían de música infantil el teatro.

Sobre el escenario aparecieron cuatro personas que celebraban la Navidad sentados alrededor de una mesa de madera. Un hombre de pelo cano y mirada amable presidía aquella fiesta. Se peinó el bigote juntando los dedos índice y pulgar. Conté veinte arrugas cuando sonrió. El hombre abandonó la escena mientras cantaba con los brazos extendidos. Mientras, el resto de aquella familia musical, hacía el coro de la canción a varias voces. Una a una las personas que rodeaban aquella mesa adornada con velas de color rojo y cestas de turrones de chocolate, abandonaron el decorado, hasta que solo permaneció sobre el escenario una joven que vestía un camisón azul. Nunca me ha gustado ese color. Es el color de la soledad.

“Levántate Laura” “¿Es hora de ir al colegio? Está todo muy oscuro” “Ven pequeña, ven, así, agárrate a mi cuello, quítate el camisón, tienes que vestirte como una señorita” “¿Han regresado papá y mamá de las vacaciones? Tía Elena, ¿sabes si me han traído muchos regalos? ¿Por qué lloras?”

Cuando se cerró el telón no escuché ningún aplauso. La soledad de color azul se posó una vez más sobre mis ojos. Otra vez ese silencio, pensé. Me acomodé en la butaca mientras sobre el escenario aparecía un decorado de oficina: varias mesas negras y planos extendidos sobre atriles metálicos diseñaron el paisaje de la tercera actuación. Un grupo de jóvenes interpretó un pequeño musical en el que varios amigos arquitectos inauguraban un despacho vanguardista y celebraban el éxito de su proyecto.

Observé una a una las butacas que me rodeaban. No había nadie en las primeras filas del teatro.

La misma voz que había anunciado el inicio del espectáculo informó que después de cinco minutos de descanso se reanudaría la actuación. Se encendió la luz de la sala y los focos iluminaron mi asiento. Me puse de pie. Estaba sola en el interior de aquel teatro. Desde los palcos laterales las butacas de color rojo observaban el espectáculo de mi vida, mientras dos cigüeñas volaban alrededor de la cúpula de la sala. Una de ellas sujetaba con su pico un cesto de mimbre adornado con un gran lazo blanco.

Posé la mano sobre mi vientre. Vida. Corrí por el pasillo central perseguida por el olor a pasado. Salí del teatro cuando se anunciaba el comienzo de la última actuación. No quería conocer mi futuro. Había decidido componer la melodía de mi vida. La partitura de mañana.

lunes, 11 de julio de 2011

EL SONIDO DE LA LOCURA

-Las bicicletas son para el verano.
-En invierno también son bonitas.
-No, eso no es cierto. Las bicicletas son para el verano.

No importaba mi respuesta. La tía Elvira repetía siempre lo mismo. Nunca argumentó por qué no podía usar mi bicicleta en otoño. A mí me habría gustado. Sobre todo porque el ruido de las hojas muertas bajo las ruedas me parecía divertido, casi musical. Las hojas marrones crujían más fuerte que las amarillas. Y si además encontraba ramas pequeñas en mi camino, la melodía podía resultar fascinante. Pero no recuerdo haber montado mi bicicleta en otoño, ni en invierno. Porque las bicicletas son para el verano.

Tampoco entendí nunca por qué era la tía de todos. Es decir, solo era mi tía, la hermana de mi padre. Eso lo descubrí cuando cumplí diez años y a papá se le escapó algo sobre “mi hermana la loca”, porque si no llega a ser por eso, habría pensado que en el mundo solo existían sobrinos de la tía Elvira, porque nadie la llamaba Elvira a secas.

A pesar de lo que pensaba mi padre, a mí me parecía la persona más cuerda de todas las que había conocido en mi vida. Porque todo lo decía con los ojos. Y cuando uno está loco, los ojos no dicen nada.

La mujer estaba condenada a ir a misa todos los días de su vida. Era una condena que había intercambiado con el párroco, como un trueque en un mercadillo de antigüedades.

El día que a su marido le diagnosticaron una enfermedad casi mortal, se encomendó a todos los santos, y con especial devoción a San Roque al que le prometió que, si su esposo se curaba, dejaría de comer azúcar para el resto de sus días. Y es que en casa de mi tía los paquetes de azúcar se escondían en todos los rincones: debajo de la cama, entre las toallas del cuarto de baño, o en el alto de los armarios.

Cuando su marido sanó, la tía Elvira pidió audiencia con el párroco Don Manuel, un hombre tan gordo como bueno, que buscaba a Dios entre las colmenas, y decía la misa de los domingos con un puñado de caramelos en el bolsillo “por si siento fatiga”, explicaba.

A Don Manuel le pareció razonable negociar aquella promesa con la mujer y con San Roque, así que se sentaron los tres en el primer banco de la iglesia.
El Santo al principio le ofreció dos misas diarias como penitencia , pero Don Manuel le pidió que “fuese razonable, porque a los fieles tampoco les agrada la presencia de un perro en lugar sagrado, y de la comprensión hay que dar ejemplo”

Tras varias horas de reflexión, llegaron a un acuerdo: Elvira podría seguir tomando azúcar si acudía a una misa el resto de los días de su vida.

A mí me había parecido un trato justo. Y desde entonces todos los sábados la acompañaba a escuchar el Evangelio entre nubes dulces de algodón y piruletas de fresa.

La tía Elvira sufría una enfermedad degenerativa que le provocaba escuchar recuerdos de su juventud con tal credibilidad como si se tratase del telediario de las tres.
A veces me asustaba cuando de pronto comenzaba a cantar La Virgen de Guadalupe o el Cara al sol, porque ella no sabía que era la única persona que escuchaba esas melodías, ni yo podía averiguar a qué recuerdo se había escapado mi tía sin previo aviso.

Así que desde entonces le dije que yo le acompañaría tantos años atrás como sus oídos la llevasen, para que no se sintiese sola entre juegos escolares o soldados uniformados.

De esa manera, un día le ayudé a subirse a la fuente de la plaza del pueblo cuando me confesó que dos mercaderes le gritaban “niña! alcánzame agua del caño!”; y pasé la tarde con sus pequeños amigos mientras vaciaba mitades de melones que servirían como juego en el río.

Con el tiempo la música se hizo más frecuente, y los recuerdos la secuestraban de una manera más habitual de la que yo hubiese deseado. La tía Elvira se pasaba el día atendiendo las llamadas del pasado, y las voces no le daban descanso.

Una mañana de verano salí a dar un paseo mientas ella se entretenía en una clase de solfeo con una tal Madre Superiora. Las notas salían de su boca como el ruido de una tiza en la pizarra o un tenedor en un plato de porcelana. La Madre Superiora corregía cada una de las entonaciones de sol a fa, y de mi a re. Durante horas había repetido la misma escala musical.

Caminé sin rumbo entre castaños y campos de maíz. El silencio del viento apaciguaba el ruido que enfermaba a mi tía y empeoraba cada día su salud. Aún así pensaba que la locura era otra cosa, y que lo que le sucedía a ella no dejaba de ser una rareza en una mujer de cierta edad. La locura era mala compañera de viaje, y la tía Elvira viajaba en clase preferente rodeada de música y voces familiares. Me parecía incluso reconfortante saber que siempre estaba bien acompañada, y que si no era su madre la que le cantaba una nana antes de dormir, era su hermana pequeña la que le hacía repetir una y otra vez esos trabalenguas interminables.

Las campanas de la iglesia del párroco Don Manuel tocaron las doce. Recordé entonces que hacía sesenta años que no sonaban, y que las debían de haber arreglado en las últimas semanas. Recordé que mi abuelo había sido fusilado durante la Guerra Civil, a la misma hora, en la pared del cementerio: un tiro, una campanada, un tiro, una campanada….hasta doce.

Empecé a correr hacia la casa. San Roque corría a mi lado. El perro jugaba entre mis piernas como si su dueño y yo estuviésemos echando una carrera divina. Le dije al Santo que si llegaba antes aislase los oídos de mi tía con su túnica roja de terciopelo, y que le dijese a la Madre Superiora que entonasen la escala musical con más fuerza, repitiendo de sol a fa, y de mi a re. Que mi tía no podía escuchar las campanas, porque aún conservaba en su habitación el arma que la protegía las noches de invierno, tal y como le había explicado mi abuela.

Los niños, al verme correr, salieron del río y aún mojados de trozos de melón cogieron sus bicicletas y pedalearon con fuerza entre los castaños. Querían ser los primeros en llegar. Querían salvar a mi tía de las balas.

Varios hombres que bebían de la fuente de la plaza comenzaron a correr hacia la casa de la tía Elvira. Dejaban tras de sí un rastro de agua fresca recién cogida de los caños.

Cuando llegamos, sin aliento, era demasiado tarde. La última campanada de las doce había manchado de sangre varios kilos de azúcar que se extendían por el suelo de la casa de la tía Elvira, bajo su cuerpo inmóvil.

Y la lloramos, de sol a fa, y de re a mi. La lloramos entre risas infantiles y la canción de la Virgen de Guadalupe. Y cogí mi bicicleta para avisar a Don Manuel, para decirle que aquella tarde no íbamos a comer nubes dulces de algodón ni piruetas con sabor a fresa.


Porque las bicicletas son para el verano.

REVERSIBLE

Introduje las manos en mi ombligo para saber si tenía fondo; para saber si había algo más detrás de la piel. Pero no encontré ningún cordón del que tirar; ninguna conexión con otra vida diferente a la mía.
Asomé después los ojos al vacío de mi mitad, y el vértigo me hundió en la oscuridad, mientras perdía en su interior la espalda y la cabeza, que perseguían a unas manos curiosas.
Sentí la protección de mis entrañas, así que introduje las piernas para que, de esa manera no me encontrases jamás. En el interior de mi ombligo.

domingo, 26 de junio de 2011

INFINITO

Díselo.

Dile que le quieres,
que le amas,
que le respiras,
que le piensas.

Dile que sin tí no quiero,
sin tí no puedo,
no hay nada,
y es todo blanco, o negro.

Suéñale.

Para tí, siempre,
como una espiral de amaneceres
o el rizo que esconde tu silencio
cuando le miras.

Sueña con olor a vida,
a inviernos, a primaveras
y no sueltes su mano,
que ahora es tu piel.


Abrázale.

Con besos de azul cielo,
de por qué te falta el aire tan fuerte
y tan suave.
Abraza su mañana y su noche,
su desgarro y su latido.

Porque es infinito de tí para él.
Porque es infinito de tí, para ella.

A María y Jose en el día de su boda. 25 de junio de 2011

martes, 17 de mayo de 2011

POR MI PARTE

Por mi parte soy, o creo ser, mirada impaciente,
sonrisa amable, carcajada difícil,
mandíbula de palmo y medio,
frente de medio palmo.

Por mi parte soy, o creo ser, paso dulce,
pecho discreto,
espina que atraganta
una espalda redonda.

Por mi parte soy, o creo ser, marrón tenaz,
blanco inocente,
amarillo pensante,
azul cielo lágrima.

Por mi parte soy, o creo ser, indigesta en las letras,
y en las rimas,
y en los cuentos,
como el apetito dulce del niño y la piruleta.

Por mi parte soy, o creo ser, amante o amada,
amiga de la lealtad,
enemiga de la traición,
cerrajera de la familia.

Por mi parte soy, o creo ser, enamorada del amor,
que dispara sin munición
nudos de noventa días
que no sé deshacer. No me enseñes.

Por mi parte soy, o creo ser, libre,
porque dibujo mi horizonte desde esta nube
sin escalera, ni cuerdas, ni ascensor,
con los brazos abiertos.

Por mi parte soy, o creo ser, flecha ansiosa
del blanco de dianas infinitas,
y no me detengo por ser flecha,
ni bala, ni lanza.

(Un guiño a Neruda)

martes, 3 de mayo de 2011

MORDISCOS DE TI

Tu mirada revoloteaba en mi estómago como mariposas encerradas en un cajón. Tus manos aliviaron la digestión entre caricias de piel. Alimenté mis sueños con tus abrazos y tu sonrisa. Y se repetía dentro de mí el eco de las palabras que te susurré justo antes de dar el primer mordisco: “te comería a besos”

martes, 26 de abril de 2011

ESPIRAL

Cuando se acaben las palabras
y mis labios sean libres
como tus manos, como tus dedos, como tu piel.

Cuando se acaben las palabras
podré, podrás, cerrar los ojos
y esperarme, esperarte.

Cuando se acaben las palabras
el aliento para ahogarlas en silencio
el aire para lanzarlas sin eco, más lejos

Cuando se acaben las palabras
las manillas de tu reloj
marcarán las doce en punto, donde estaré

Cuando se acaben las palabras
no me beses, no me abraces
más dulce, más despacio.

Cuando se acaben las palabras
dibujaremos una isla de caricias y miradas
con la tiza de dos latidos

Cuando se acaben las palabras
yo no te seguiré, sin luz
ni tú me seguirás.

Cuando se acaben las palabras
también los besos
y las caricias, tus sueños, mis cosquillas

Cuando se acaben las palabras
porque no me quieres compartida
porque no te quiero compartido

Cuando se acaben las palabras
jugaremos a buscarnos con tu música
entre mis letras que inventamos

Cuando se acaben las palabras.

domingo, 27 de marzo de 2011

MORRIÑA II. FOLIADA

As ferrallas das panderetas
e o coro do seu redondo
petan nas mans das cantareiras
para comenzar a foliada

¡Peta! ¡peta! ¡peta!

Fala con elas o roncón
entoando o seu preludio
¡boa palleta gaiteiro!
voan as notas cos aturuxos

E saca punto o mozo
da muiñeira de Boimorto
cos brazos coma aspas
que moen o gran do outono

Baila na punta dos pes
a melodía marexada
¡ay mozo que juapo eres!
xeitoso sorríe á alborada

Volta o refaixo da man da enagua
e do verdor da carballeira
que mece as cores da xornada
porque é a foliada

miércoles, 23 de marzo de 2011

LA CUARTA NOCHE

PRIMER ACTO

Personajes

Mujer de unos cuarenta años, alta, delgada y vestida con un camisón blanco de seda.
Hombre de la misma edad, atractivo, de complexión atlética y vestido con un pijama azul marino.

En el escenario una plataforma sobre la que se encuentra una cama de matrimonio con sábanas blancas y un edredón de color marrón. El cabecero es de hierro negro y se apoya en una falsa pared. Hay dos mesillas de madera de roble a ambos lados de la cama. Los personajes aparecen acostados.

El escenario se presenta en la oscuridad. Suena un despertador de doble campana. El volumen del sonido aumenta de manera progresiva. Se ilumina la cama.

MUJER: (se incorpora de la cama sobresaltada y apaga el despertador. Mira a su marido. Voz somnolienta) ¿Pero cuántas noches llevas sin dormir?
HOMBRE: (se desesperaza estirando los brazos y bostezando) Creo que tres, ya he perdido la cuenta
MUJER: Deberíamos de ir al médico esta tarde.
HOMBRE: No te preocupes cariño, esta noche me preparo una infusión de tila, pasiflora, valeriana…
MUJER: (se sienta encima de la almohada) ¿Te preocupa algo? No sé… ¿va todo bien en el trabajo? Chico, ¡es que tienes los ojos como platos!
HOMBRE: (se sienta también en la cama con los ojos exageradamente abiertos) Ni si quiera los puedo cerrar. Porque si aún pudiera, no sé, pestañear, ¿ves? Así, como haces tú, con fuerza. Si, eso, tengo ganas de pestañear con fuerza, y de ¡frotarme los párpados!

La mujer revuelve en el primer cajón de la mesilla que está a su lado y elige un juego de ropa interior. Se pone de pie y mientras se viste un albornoz rojo sigue hablando ahora más alterada

MUJER: ¡Es todo tan raro! A lo mejor es el jet lag…, sí, seguro que es eso…¡Solo han pasado 72 horas desde que aterrizamos! Y en la India hay…¿ siete horas menos? ¿ocho…?
HOMBRE: (cuelga las piernas de la cama del lado en el que ha dormido y bosteza)Puede ser, no lo sé…

La mujer sale del escenario.
El hombre permanece sentado sobre la cama aún con los ojos exageradamente abiertos
.

Se apaga la luz que ilumina la cama y se hace la oscuridad sobre el escenario. La plataforma sobre la que se ha instalado la cama se gira ciento ochenta grados y desaparece de la escena
Se escucha música hindú ligera y varias lámparas desprenden luces tenues que iluminan ahora la habitación de un burdel
La falsa pared es ahora la de la habitación de un burdel indio. Se decora con colores rojos y naranjas. Hay un dormitorio con un colchón en el suelo. Una cortina separa esa zona de otra en la que se presenta un cuarto de baño.
Sobre el colchón sentada con las piernas cruzadas una mujer de tez morena con un vestido tradicional indio sujeta un muñeco pequeño al que le clava unos palillos en los párpados impidiendo que se cierren.

FIN DEL ACTO

martes, 22 de marzo de 2011

OTRA OPORTUNIDAD

La señora Democracia cogió el balón del Mundo bajo el brazo hasta que algunas balas manchadas de sangre y gritos sin voz de niños con más piel que hueso le quemaron la palma de la mano que sujetaba los continentes de Asia y África.

Al caer en el suelo el Mundo rebotó varias veces y se desprendieron de él hombres y mujeres de todas las razas que no había aferrado su corazón a la tierra, sino que formaban nubes de corrupción, decisiones ambiciosas y amenazas con olor a pólvora.

La señora Democracia recogió el balón del suelo y después de limpiar los restos de nubes con un soplido de sufragio universal y esperanza, sujetó el Mundo con las dos manos, mientras se mojaba la yema de los dedos con el agua de los océanos; porque el sol las secaría más adelante.

sábado, 12 de marzo de 2011


A pesar de que el Mundo de Nena ha nacido sin fronteras, lo cierto es que su corazón es gallego, y muchas veces, sin quererlo, deja su acento entre cuentos, versos y relatos.
Cada semana se publicará un trocito de esta tierra que huele a gaita y pandereta y sabe a mar y eucalipto.
Os animo a enlazar a Galicia desde este Mundo hasta vuestros blogs y a proponer aquí otras ideas que atrapar con palabras



MORRIÑA



Abrí el paraguas para resguardarme de la lluvia. Aquella tarde llovía de abajo a arriba, así que le di la vuelta y sentada en su interior, navegué de charco en charco a lo largo de la acera.

domingo, 6 de marzo de 2011

DE BALLENEROS Y OTRAS ESPECIES

Cogí el arpón con la mano derecha aún manchada de sangre. La maldita araña venenosa fue la causante de que errara el tiro y diera de pleno en el pecho de la pobre ascensorista.
Sentí las carcajadas de las mascaritas mientras me dirigía al aseo y asesinaba a piratas, leones y esquimales…aunque mi única intención era llegar a tiempo para vomitar.

Micro a ocho manos: Raquel Romero, Cristina Calduch, Dominique Vernay y Berta Roca

jueves, 3 de marzo de 2011

UNA TARDE EN LOS TOROS

Joaquín Fernández “El Chaval de la Cerámica” salió corriendo de la plaza en cuanto escuchó el bufido del toro. Por su profundidad y duración, debía de corresponder a un animal de más de 500 kilos de peso, astinegro, de olor a muerte y con unos ojos que se clavarían como banderillas en la espalda del hombre entre verónica y verónica.

El toro, una vez abierta la portezuela de madera, caminó despacio hacia el burladero, mientras clavaba sus pezuñas en la arena, bravo, dispuesto a desafiar a aquel saco de huesos, de nariz aguileña y piernas torcidas, que había reconocido en los carteles de la plaza.

El silencio de los aficionados lo recibió con el respeto debido a un animal de tal tamaño, si bien al toro no le resultó de su agrado haber triunfado en la corrida antes de salir al ruedo, así que siguió el rastro de miedo de Joaquín Fernández “El Chaval de la Cerámica” hasta el pueblo.

Con los codos sobre la barra y la cabeza ladeada, el torero bebía tazas de vino tinto aún vestido de luces fundidas.

Los clientes de la tasca sacaron de sus bolsillos pañuelos blancos que agitaron al son de Paquito el chocolatero

El animal se acercó al torero y le cortó las dos orejas.

sábado, 26 de febrero de 2011

NANA PARA MAÑANA

Cántame una nana para que duerma
y sea la niña, otra vez
arrullada en la melodía
de tus versos asonantes

Cántame bajito, como soplando
las velas de la tarta
de mi treinta y dos cumpleaños
pero sin el tres

Que me acunen tus palabras
y curen estas cicatrices de ahora
y las futuras que aún no duelen,
aún no queman,
aún no sangran

Cántame una nana para que no maduren
el rencor, el odio, la osadía, la ira,
que germinan muy adentro
como la mala hierba o la maleza

Pero no te quedes siempre
porque quiero otro febrero
que arranque de mi almanaque
el frío de alguna mirada

Quiero otras piedras que no esquive
y me azoten fuerte en las piernas
para no poder caminar
con este bastón que ahora conozco

O el ruido de la puerta que se cierra
y golpeo con mis puños también cerrados
para hacer estallar en mil pedazos
el abismo que no quiero

Cántame una nana para que despierte.
Mañana

MALOS SUEÑOS

Te prometí que nunca más volverías a tener pesadillas, y que yo mataría monstruos por ti.
Pasé la noche a los pies de tu cama, mientras luchaba con mi espada contra ogros, dragones y bestias negras cubiertas de pelo.
Cuando apareció la sombra de mi silueta bajé las armas. No me podía hacer daño. No quería.
Comenzaste a llorar mientras dormías. Yo era tu peor pesadilla.

LA LLAMADA

Marcó el número de su sicóloga con los síntomas de la adicción al amor todavía en la sangre.
-Hola, ¿Elena? Soy Miguel, no sé si te das cuenta, estuve ayer en tu consulta…-dijo el hombre mientras intentaba coger el teléfono sin que le temblase la mano.
-Lo siento, no…
La mujer que contestó la llamada sujetaba una maleta-de-viaje-sin-billete-de-regreso.
-Elena, sé que no son horas para llamar a nadie, pero necesito hablar contigo, ha vuelto a suceder. La he visto otra vez.
-Disculpa, creo que…-contestó la mujer para intentar zanjar la conversación
-Escucha, no sé qué hacer, estoy destrozado. ¡Estuvo en mi casa!, Sentada en la butaca blanca del salón. Estaba leyendo…¡como si nada! Creo que era un poemario de Benedetti o algo así. A ella le gustaba mucho la poesía, ¿sabes?. Me la recitaba en alto antes de acostarnos. Yo fingía que me interesaba, pero nunca la aprecié, bueno, la literatura en general, ya sabes…lo mío son los coches y los amigos. Ahora pienso que debería de haberla escuchado. ¡Mierda Elena! ¡ Por qué no le presté atención cuando leía!
-Bueno, es mejor que te tranquilices…
La mujer suspiró mientras se sentaba sobre la maleta para intentar apaciguar a su desconocido interlocutor.
-¿Pero cómo quieres que me tranquilice? ¡Estaba en mi salón! ¡Leyendo! Te juro que era ella. Me estoy volviendo loco. Intenté decir algo. A lo mejor se quería quedar conmigo. No sé. Creo que fue todo demasiado rápido- dijo Miguel mientras recorría una y otra vez el pasillo de su casa con pasos rápidos.
-Escucha, no sé por qué estaba esa mujer en tu salón, pero…
-¿Y yo? ¿Crees que yo lo sé? ¿Crees que puedo vivir pensando cada minuto del día en que ella puede volver a aparecer? ¡Me dejó solo! ¡Tirado como un perro¡ ¿ Y ahora? ¿Ahora tengo que esperar a que aparezca cuando le de la gana? No Elena, no puedo seguir así…Creo que ayer tenías razón, le voy a decir que no venga más.
-Mira, no sé…a lo mejor tendrías que cambiar la cerradura de tu casa…-contestó la mujer mientras se ponía el abrigo.
-Sí, eso haré. Cambiaré la cerradura. Y después esperaré a que regrese .Voy a llamar al trabajo para decirles que no iré en toda la semana. Además, creo que ella llevaba las llaves de casa el día del accidente, eso podría explicarlo todo.- aclaró el hombre mientras buscaba en su agenda el número de teléfono de su empresa.
-¡Ah! ¡Pobre! ¡Un accidente!-exclamó la mujer
-Sí Elena, te lo conté ayer. ¿Recuerdas? Salió con el coche. Conducía borracha. Y también te conté lo de la policía. Y la nota que llevaba en el bolsillo, esa que decía “vamos a ser tres Miguel”. Y que no la pude reconocer. Su cara…Dios mío..su cara..no la pude reconocer..
Miguel apretó los puños mientras sus lágrimas recorrían un rostro que ya conocían de memoria.
-No sabía…Lo siento…
-Pero creo que eso es lo mejor. Sí. La esperaré. Y le diré que se vaya para siempre. Que la quise con toda mi alma. Le diré eso. Que la seguiré queriendo siempre. Pero que ya no podemos leer juntos por la noche.
-Te deseo lo mejor entonces…
-Gracias Elena. Muchas gracias. Siento haberte llamado a estas horas…Adiós
-Adiós.



La mujer permaneció sentada sobre la maleta durante unos minutos, con el teléfono aún en la mano, mientras su marido la observaba a pocos metros de distancia sin el valor suficiente de mirarle a los ojos.
-¿Quién era? Pensé que te habías ido ya…¿Estás segura de lo que haces? Diez años juntos…¡Diez! Te lo ruego…Deja esas maletas. Podemos volver a empezar…-suplicó el hombre mientras caminaba despacio hacia ella.
La mujer colgó el teléfono y dejó caer el abrigo al suelo.
-Abrázame…-contestó.

jueves, 24 de febrero de 2011

BRISA

Guardó aquel susurro en el vacío de su memoria. Fue tan solo un recuerdo, como un delfín varado en una playa desierta. Como un mar infinito llenando su soledad. Lo prendió con un imperdible en su corazón. Porque las palabras también sangran; porque en ocasiones, salvan.

Micro encadenado escrito por Cristina Calduch, Raquel Romero y Berta Roca

martes, 15 de febrero de 2011

ENTRE ALGODONES

Alargó el tiempo noventa veces entre sus manos como si de nubes de algodón se tratase. Se murió dulcemente, mientras dormía, a causa de una repentina subida de azúcar.

jueves, 10 de febrero de 2011

VICEVERSA

Abrí los brazos en forma de cruz. El polvo de la caja en la que había dormido durante doce meses me hacía cosquillas en la nariz. La luz de la Navidad parpadeaba en mis ojos entreabiertos: blanco, azul, rojo, blanco, azul, rojo.

La primera bola que los abetos colgaron de mi dedo pulgar me molestó. Me pasa todos los años. Después, nudo a nudo, los adornos inspiraron melodías de villancicos sin escribir, que tantas veces tarareé en ese sucio y húmedo trastero.

-Ahora no te muevas. ¡Voy a colocar una estrella enorme sobre tu cabeza!- me dijo el más grande de los dos con voz triunfal.

Mientras mis pies sostenían una docena de regalos de todos los tamaños y colores, dos abetos robustos brindaban por el año nuevo, y una bola roja brillaba en mi nariz al son del chiquirritín.

domingo, 23 de enero de 2011

MIL NOVECIENTOS SETENTA Y NUEVE

Busco tu voz entre el ruido de mis venas
que es la miel de mis colores oscuros
y es tu rojo el que corre por ellas.

Con palabras que ya conozco
dibujo otros ríos de tinta morada
y pesco soluciones en ellos

Es el anzuelo de tu mano
el que adormece el miedo
que tengo a perderte.

Cocino a fuego lento tu mirada
que he perdido a veces
en la alacena de mi vértigo

Y sazono con tus caricias
la melodía de esas letras
que no olvida mi cariño

Y sirvo para ti y para mí
la alegría de la vida
que me regalas

Desde mil novecientos setenta y nueve

lunes, 10 de enero de 2011

BLANCO

Respiro el mar recién nacido
Con la dulzura
De la nube que abrazo

Que dispara sueños
De espuma y salitre
En la piel de mi alma

Y es todo lo que grito
Una vez
Solo una vez para la ola

Que se retuerce en la orilla
Como una toalla
Mojada de lluvia

Y respiro alto y fuerte
Y grande
Y blanco

Como la luz que calienta
Primero mis pies
Desnudos

Y mis piernas que bailan
El murmullo marejado
De las olas

Arde mi cadera
Mojada y blanca
Alguna vez para ti

Y mi espalda de arena
Se deshace
Con los besos del viento

Y mi pelo acaricia
El sueño que grito
Solo una vez

En color Blanco