― ¿Tienes fuego?― preguntó el espejo mágico al dragón mientras sujetaba un pitillo entre sus dedos en el interior del cristal.
Cuando la princesa vio su cara derretida en aquel reflejo quemado, bajó corriendo los trecientos pisos de la torre más alta del castillo para buscar un lago en el que contemplar con certeza que era la mujer más bella del reino.
En su desesperación fue atropellada por una calabaza gigante tirada por varios ratones del tamaño del dragón pirómano, y el alma de la princesa voló, hermosa, junto a decenas de perdices que no fueron comidas aquella noche.
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