martes, 31 de agosto de 2010

DOS LÁGRIMAS

Cogió la cera blanca para colorear su cara.
Sentado delante de un espejo iluminado por decenas de bombillas, comenzó a extender la pintura por su frente, sin pensar dónde terminaba su piel.
-¡Cinco minutos y salimos!-gritó desde el fondo de la sala el director de escena.
Con un lápiz negro definió alrededor de sus ojos unas cejas que abracaban la mitad de su cara, encerrando en ellas unos ojos sin mirada.
“A quién le importa lo que le pase a un actor de pacotilla” , pensó, “ni siquiera debería de haber venido hoy”
Se colocó los tirantes de color azul sobre los hombros, sujetando así los aros a los que se cosían los pantalones en su parte superior.
“Hago el imbécil por cuatro duros”, susurró mientras coloreaba de rosa sus mofletes y sus labios.
-¡Tres minutos!-insistió el director mientras le apremiaba con una palmada en la espalda.
“No me toques cretino. Si vivieses en una caravana todo el puto año, malditas las ganas que tendrías de hacer reír”
Con los dientes aún apretados, peinó la peluca de rizos verde.
Se levantó despacio, mientras acomodaba la goma de la falsa nariz roja por debajo de los rizos.
Una vez más, se dirigió hacia la pista. Caminaba con dificultad con aqullos zapatos descomunales, lo que le hizo chocar varias veces con los trapecistas que salían exultantes después de su actuación.
-¡Con todos ustedes, niños y niñas…el payaso Tato!-se escuchó desde la carpa.
El silencio espesó el aire. Cientos de miradas expectantes se posaron sobre él.
Desde el medio de la pista, el hombre comenzó a llorar sin consuelo, tiñendo de lamentos y gritos de dolor el eco del circo.
Aún conservaba una cera negra en su bolsillo.
“Se acabó”, pensó, “voy a terminar con esto”.
En el momento en que empezó a borrar la pintura de su cara, mojada por lágrimas de payaso, una aplauso infantil interrumpió su actuación.
Desde la primera grada, una niña pecosa, de pie sobre su asiento,chocaba sus manos con fuerza, alentando al payaso.
Un segundo aplauso iluminó la carpa desde los bancos superiores.
El silencio se tiñó de notas en si bemol, de las manos de un niño de gafas redondas, en re mayor, de las manos de unas hermanas gemelas vestidas con camisas de lunares…hasta crear una sinfonía infantil que invadió el circo.
El payaso, paralizado en medio de la pista, rescató la cera negra de su bolsillo y dibujó dos lágrimas en su mejilla. Se colocó un sombrero de ala ancha sobre la peluca y corrió divertido hasta caer sobre la arena, fingiendo un tropiezo con sus zapatones.
“Por ellos” pensó.“Empieza el espectáculo”.

martes, 10 de agosto de 2010

PINCELADAS

-A ver nena, siéntate bien, así, que no se te arrugue el vestido. ¡El lazo, Marieta, vas a deshacer el lazo! ¿Qué te dijo mamá antes de entrar en la consulta? Que tenías que comportarte como una señorita.
La mujer caminaba con pasos cortos por la sala colocándose el pelo con las manos.
-Bueno, como le decía, doctor, la niña, que está rara, no ve bien, o sí, pero ve cosas que no son normales. Se lo digo en confianza , que en mi familia nunca ha pasado algo así, y no me gustaría que esto se supiese, ya sabe como es la gente…
-No se preocupe, señora...
-Rodríguez de Sabio y Miramonte, de los Miramonte de toda la vida, de aquí de Toledo, ya sabe…
-Sí, por supuesto. Me hago cargo. Salude a su padre de mi parte. Un hombre magnífico -dijo el doctor mientras apretaba un cigarrillo contra el cenicero y echaba la última bocanada de humo por la nariz
-¡Mamá, me hago piiiiiiiissssss!
-¡Marieta, hija, qué bochorno!
La mujer disimuló el rubor de sus mejillas con el pañuelo de seda que sujetaba en su mano.
- Bueno, vamos a ver, pequeña, mira hacia allí y dime lo que ves
-Veooooooo…¡ una avispa en una margarita! -gritó mientras abría los brazos en cruz.
-¡Marieta, hija, no te rasques los ojos! ¿Lo ve doctor, ve lo que le digo? ¡Cambian de color!-exclamó la mujer
-Vamos a intentarlo otra vez, a ver, dime ¿qué ves ahora ?-insistió el hombre.
-Ahora veo el mar lleno de nubes, ¿o es el cielo que tiene olas?. Me hago pis mamá..
Marieta balanceaba sus piernecitas mientras golpeaba con el botín la pata de la silla.
-Es un caso increíble, desde luego. Extraordinario. Veamos qué pasa si te frotas los ojos una vez más niña, ¿qué ves ?-dijo el doctor
-Al rey Baltasar con un saco de carbón, pero está todo muy oscuro, no hay estrellas…
- Efectivamente señora Miramonte, su hija ve la vida de colores.
-¡Dios mío! ¡Así que es verdad! ¡Qué vergüenza! ¿Qué va a pensar mi madre, los amigos de mi marido? Peor, ¡sus esposas!¿Acaso cree usted que no he sido una buena madre doctor? ¿Cree que no me siento responsable de esta desgracia?
-Señora Miramonte- interrumpió el doctor mientras se acercaba despacio hacia la mujer-no se aflija, permita que le preste mi apoyo. Así, desahóguese, Abrácese a mí si quiere. Tiene el cabello muy suave, ¿sabe? Huele tan bien..Y su hija….su hija recibe la mejor formación, no me cabe la menor duda, e irá a colegios de pago, a universidades de prestigio. Una buena educación, estricta, por supuesto, inflexible, solucionará este problemilla…
-Doctor, yo…usted…-dijo la mujer mientras miraba con ojos encendidos el batín burdeos del hombre.
-Marieta apreciará la realidad en blanco y negro.Será una mujer de provecho. Llore, señora, no nos ve nadie. Así, respire hondo. Coja aire con el pecho, así…Como le decía, esto lo recordará usted como una anécdota… Y su piel, señora Miramonte, es tan tersa…
-Mamá…me he hecho pis.