lunes, 8 de febrero de 2010

BOTINES NEGROS DE CHAROL




Anabel miró la suela de sus zapatos. Solía hacerlo cuando estaba nerviosa, o después de un ataque fuerte de "la tos mala", como si la solución a sus problemas se hallase en los mismos.

Su madre siempre le decía que así parecía un caballo enfadado, y ella no podía sino imaginar cómo sería un caballo con zapatos. Y por cada vez que escuchaba esa frase, el animalito adquiría detalles: botines negros la primera vez; gafas muy redondas, la segunda..pareciéndose sospechosamente a ella.

Pero Anabel no pudo imaginar con mayor detalle a su pequeño potro desde que lo llenó de lunares, los mismos que decoraban su  piel: quince

Su madre, aquella tarde, le había explicado el significado de cada uno de aquellos lunares: Cada mujer de su familia había hecho realidad un deseo a lo largo de su vida, transformándose en pequeñas manchas en las siguientes generaciones.

La pequeña repasaba con sus dedos una y otra vez: un deseo y un lunar: la tía Enriqueta tuvo gemelos, el lunar del dedo gordo del pie; la abuela Gloria compró una granja, el lunar del ombligo..Pero por más que contaba, un lunar no tenía deseo. Era un lunar chiquitito, casi insignificante, debajo de la nariz.¿cómo iba a dibujarlo en su caballo?¿los caballos tenían nariz?

Anabel cerró los ojos con fuerza, apretando los puños, y pidió un deseo...solo uno...

El caballito de Anabel galopó con fuerza valle abajo, con sus botines negros de charol, y sus gafas redondas de institutriz. Tenía el cuerpo lleno de lunares: quince , y uno más grande debajo de la nariz.

Anabel no tosió nunca más.

1 comentario:

  1. El tono, las descripciones y el ambiente son entrañables, como siempre. Supongo que Anabel se curó, espero que no se muriera. No me queda muy claro el final, quizá no lo he leído bien.

    Un beso,

    Cristina

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