viernes, 11 de noviembre de 2011

EL CÍRCULO

Y nada más existió hasta el último tren. Y nada existiría después de éste. Porque solo pasaba uno cada día. Los mismos pasajeros subían y bajaban, veinticuatro horas después, como si hubieran viajado en círculos. Cuando regresaban, pisaban el andén despeinados. Caminaban con cierta inclinación centrípeta y confundían las maletas y los hijos. En alguna ocasión algún viajero descendió del tren vestido con ropa de mujer. Yo solo hacía sonar mi silbato una vez al día, mientras sujetaba el gorro de jefe de estación con fuerza, para que el viento no lo arrastrase hacia la curva infinita de aquella vía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario