miércoles, 9 de noviembre de 2011

DIEZ MINUTOS

Por fin estamos solos. No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que hablamos. ¿Doce años? ¿Trece? No te voy a reprochar nada. Todo lo que has hecho mal, ya lo sabes. Tampoco te voy a recordar como el padre que no atendía a mis gritos, que te buscaban.. ¿Recuerdas cuando me enseñaste a montar en bicicleta? Me decías que pedalease con fuerza, que tú estabas detrás, justo detrás de mí, muy cerca de mí… Pero no era verdad. Yo estaba pedaleando solo, y permitiste que bajase aquella cuesta… y las gafas… mi cara…. Aún tengo aquella cicatriz en el ojo. Al final solo me quedan cicatrices de ti. Me he sentido culpable desde que te fuiste. A los doce años es muy pronto para perder a un padre. Es demasiado pronto para sentir. Porque aún no sé lo que hice mal para que nos abandonases. A lo mejor no pedaleé con la fuerza suficiente para que te quedases con nosotros ,y por eso sentí que me caía otra vez, y que en realidad nunca habías estado detrás, justo detrás de mí. ¿Recuerdas nuestra seña secreta? Cuando mamá me castigaba tú hacías un guiño y así el castigo era más llevadero porque sabía que estabas de mi parte. Cuando llegué borracho a casa miré tus ojos pero no encontré la señal. Los miré durante tanto tiempo que al final vomité de soledad. Y ahora …qué quieres escuchar... ¿Que te perdono? ¿Qué ya no te odio? Entiendo el amor papá. Me voy a casar, ¿sabes? A lo mejor por eso puedo estar hoy aquí. Porque conozco el amor. Ella es como un medicamento sin efectos secundarios. Me cura todo lo bueno y todo lo malo. A su lado no existe el dolor. Ni siquiera tu dolor. Ojalá la pudieses conocer. Es mejor que tú, mucho mejor que tú. El doctor me ha dicho que durante diez minutos me podrás escuchar. Que de alguna manera podrás entender todo lo que te estoy diciendo. Solo diez minutos. Es lo único que me has dejado de tu tiempo. Y aquí estoy, papá, mientras intento susurrar los últimos doce años de mi vida, porque parece que si te lo cuento así, bajito, las palabras entrarán en tu cuerpo frío deslizándose hasta tu corazón. He vivido tanto tiempo sin ti, que me resulta imposible soportar el dolor de vivir el resto de mi vida de la misma manera. ¿Por qué no me dijiste que estabas enfermo papá? ¿Por qué no me confesaste que estabas solo y que aquella mujer te había abandonado..a ti también…? No me queda mucho tiempo… han pasado casi ocho minutos… Cuando entré en el hospital sabía todo lo que te iba a decir… quería que murieses de odio, que cada uno de los últimos segundos de tu vida se convirtiesen en una caída al vacío, porque sabía que no podrías hacer nada para evitar escuchar todo lo que había planeado en un discurso que ha durado más de doce años. Y ahora, ahora que estás aquí, muerto, inútil, desnudo… ahora es cuando te empiezo a querer otra vez. Tarde, papá, siempre tarde. ¿Qué hago con este amor ahora? ¿Qué hago con este peso de quererte tanto? Tendré que ser fuerte, ¿verdad? Porque lo voy a sujetar el resto de mi vida. No voy a permitir que se me caiga. Te quiero. Te quiero tanto que estoy sangrando por todas tus cicatrices. Y te querré siempre, aunque tu siempre se haya terminado. Verás por mis ojos. Seré tu latido. Y le contaré a tus nietos, papá, que una vez, me enseñaste a montar en bicicleta.

4 comentarios:

  1. cada día escribes mejor
    de día en día, parece que pasaron años
    un caso único
    cuántos éxitos te esperan..
    mami

    ResponderEliminar
  2. Espero que la técnica, que vayas adquiriendo día a día, no acabe por dejar en segundo plano esta forma de llegar al lector y que a diferencia de lo otro no es un arte. No se aprende. Seguramente Antoine de Saint-Exupéry podría suscribirlo.

    adrián

    ResponderEliminar
  3. Gracias Adrían. Eso no pasará nunca! La técnica solo puede dar herramientas para hacer más grande la conexión con el lector. Ese es el único camino que busco: compartir. Gracias por comentar! Te envío un guiño desde abajo

    ResponderEliminar